Unos de los primeros inconvenientes con los que nos encontramos cuando empezamos a trabajar con niños con TEA son las dificultades que tienen para imitar, habilidad que aparece inmediatamente en el desarrollo típico de un bebé. Esta dificultad imitativa altera el establecimiento temprano, tanto de la sincronía como de la coordinación motriz, siendo estas las primeras formas en la que el niño y sus padres o cuidadores se relacionan y comparten estados emocionales. Estas dificultades en la imitación y el afecto compartido generan dificultades y barreras para la interpretación de los estados mentales y emocionales de ambas partes. También afecta de manera muy significativa, tanto el desarrollo de la conciencia del niño con respecto a la comunicación intencional como el uso de esta.
La imitación es uno de los recursos más importantes de los que gozan los niños, pues van haciéndose partícipe de distintas situaciones y las integran a su conocimiento. Cuando los niños ad-quieren la habilidad de imitar, observamos cambios muy significativos.
La adquisición del lenguaje, así como su perfeccionamiento, van a depender en gran medida de la capacidad de imitación del niño. Al imitar los roles de los demás, se vuelven también más sociables y empiezan a mostrar nuevas habilidades.
Sabemos que la imitación es la base del aprendizaje, pero conlleva en los niños con TEA una importante dificultad, y es que la imitación requiere que se ponga atención sobre otra persona y lo que está haciendo.
Es fundamental no sólo que comprendan el proceso de imitación, sino también que esa imitación pueda ser usada, por ejemplo, para adquirir nuevas habilidades y conocimientos.
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